Los Mochis, Ahome, Sinaloa, México, 04 de noviembre del 2018.- El murmullo de una inauguración prolongada más allá de la resistencia de un público que esperó durante horas a que tocará Baraka Ensamble (música egipcia) fue creciendo, cuando Billy Chapman, Alcalde de Ahome, habló.
Su corolario en el discurso con el que se sinceró con su pueblo llenó de silencio la fiesta en que se había convertido la Décima Séptima Feria Internacional del Libro Los Mochis 2018. A más de uno, un nudo difícil de deshacer se le quedó en la garganta. “Vayan ustedes convertidos en embajadores de los mochitenses por haber consumido cultura y conocimientos en tan bello lugar de la lectura, hay mucha gente hambrienta de cultura”, y un aplauso iluminó la oscuridad que reinaba en ese pasillo de la Plazuela 27 de Septiembre, esta noche de domingo.
Entre el público no cabía un alfiler. Y el silencio se colaba entre unas ráfagas de aire fresco que movía las ramas de unos árboles que asemejaban figuras fantasmagóricas bailando al compás del discurso.
Billy como lo llamaban los asistentes, llevaba un libro en sus manos. Vestía casual, tanto que más que alcalde parecía un asistente más a lo que llamó una feria de lectura. Y entonces habló de sus orígenes como lector.
Contó que su madre, Rosa María Moreno Salazar, le dio el primer libro serio, profundo, raro y del que nada, o muy poco entendió. Se titulaba “Sinuhé, el Egipcio”. Tenía 14 años. El último, se llama “Alma Blanca” y es de José Agustín. Desde aquel primer texto amó los libros, a tal grado de que llegó a leer hasta siete libros simultáneamente. Tanto amaba leer que lo hacía hasta en cementerios, dijo.
Sólo hoy, ha dejado de leer, obligado por lo que llamó la “altísima responsabilidad de gobernar Ahome”.
“Los hombres necesitamos consumir cultura, no estamos completos sin cultura. No hay posibilidad de construir una civilización sin cultura”, arengó con un tono de voz que sorprende por la mesura.
Y suelta una nueva confesión: sea por la obsesión o por la adicción a la lectura que no puede concebir que en la ciudad no exista una librería; una ciudad que presume de progresista de ser vanguardia carezca de una librería parece un absoluto absurdo. “No puedo concebir que nuestros artistas, nuestros estudiantes, nuestros profesores, nuestros investigadores, nuestros universitarios recurran a otra ciudad porque aquí no hay una librería”.
Y ofreció realizar todo el esfuerzo para que se abra una librería Gandhi. Y una nueva salva de aplausos tronó.
Repentinamente, recordó que el Museo Regional del Valle del Fuerte será rescatado. Y más aplausos le llegaron como cascada. “Es un espacio natural, fundamental para la cultura, es elemental para conocer la identidad y evitar exposición a culturas ajenas”.
Billy se despide, y la gente le responde con otro aplauso. Va y se acomoda en la gradería. Habla, mientras el público silencio se acomoda para escuchar Baraka Ensamble, música egipcia.
La apertura a la feria del libro ha sido consumada. Y mientras sucede, no falta el grito de quien descubre a un amigo de antaño. ¡Billy! ¡Billyyyyy! Y un abrazo sincero, profundo, reafirma aquella amistad, mientras los asistentes curiosean entre libros.