En la tranquila noche de Culiacán, una ciudad que alguna vez fue símbolo de serenidad, se desató una tragedia que dejó marcada a toda la comunidad. 

Otniel, un joven médico urgenciólogo recién especializado, se encontraba en la Clínica Culiacán, un centro de atención médica que se convirtió inesperadamente en el escenario de una balacera mortal.

Originario de Angostura, Otniel había dedicado su vida a salvar otras vidas. Su valentía y dedicación lo llevaron a estar en la línea del frente, atendiendo a los heridos que llegaron desde Guamúchil el sábado pasado. Pero esta noche, el destino tenía otros planes para él.

El hospital, ubicado en el corazón de Culiacán, se transformó en un campo de batalla cuando un grupo de hombres armados irrumpió en el lugar. 

Los disparos resonaron por los pasillos mientras Otniel y sus colegas luchaban por mantener la calma y salvar vidas. Pero la violencia desenfrenada no hizo distinciones.

Otniel recibió varios impactos de bala en medio del fuego cruzado, su joven vida apagada en un instante. En esta noche fatídica, no solo él perdió la vida; otras dos personas también encontraron un final trágico en esta sangrienta disputa. 

Se rumora que estos individuos pertenecían a grupos criminales antagónicos, cuya rivalidad despiadada los llevó a enfrentarse en el lugar menos esperado: un hospital dedicado a sanar, no a destruir.

La ciudad de Culiacán se sumió en el luto, mientras la noticia de esta tragedia se extendía como una sombra sobre la comunidad. 

Otniel, el joven médico que había prometido su vida a la medicina y a salvar a otros, se convirtió en una víctima más de la violencia desenfrenada que aflige a la región. 

En su memoria, la ciudad llora la pérdida de un héroe silencioso, cuya valentía y sacrificio quedan grabados en los corazones de quienes lo conocieron y de todos los que anhelan un futuro de paz en Culiacán.